
Muchos de nosotros pasamos la mayor parte del tiempo viviendo y trabajando dentro de edificios. La calidad del aire interior que respiramos tiene un impacto en nuestro bienestar. Los contaminantes interiores pueden ser invisibles para nuestros sentidos, pero dañinos para nuestra salud y productividad. Mientras tanto, los riesgos para la salud transmitidos por el aire se han elevado como prioridad de nuestras preocupaciones sobre la calidad del aire, desde que se declaró que la transmisión del coronavirus ocurre con mucho más frecuencia a través de pequeñas gotas que respiramos, que a través de objetos y superficies.